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Juan David Vidal, delantero de la Selección Colombia sub-17.
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Hansel Vásquez.

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Abrazando al gol, los sueños y el Mundial: así patea la ‘unda’ Juan David Vidal

El atacante oriundo de Santo Tomás marcó el gol con el que Colombia aseguró su paso al Mundial Sub-17 de la India.

Corría el minuto 65 del partido cuando el tomasino Juan David Vidal Cubides se reencontró con un amigo entrañable de hace muchos años: el gol. Y no cualquiera, el de la victoria 2-1 ante Paraguay, triunfo que llevó al Mundial sub-17 de la India a la escuadra de Colombia, tras ocho años de ausencia en torneos de esa categoría.

Pero, como es apenas natural, esta historia de reencuentro, debe tener un inicio. Una primera vez. Un día en el que todo empezó. Vidal lo recuerda sentado en una silla de su casa, en el barrio Las Nieves, donde su familia se mudó hace algunos años desde su natal Santo Tomás.

“Lo había soñado desde niño. Estar en un Mundial es algo impresionante. Jugar un sudamericano también es algo muy significativo”, dijo con serenidad Juan David, hoy de 16 años. Sus sueños comenzaron a forjarse desde muy pequeño.

Desde que era un pequeño niño que corría por las calles de su pueblo, bajo el sol dorado de las tardes tropicales, que golpeaban con rudeza el piso de tierra marrón y arena amarilla, donde los niños aprenden cómo se patea una pelota.

En esos días infantiles, Juan aprendió cómo se manejaba el balón, antes de ser diestro en el arte de la palabra. Literalmente comenzó a jugar al fútbol antes de poder hablar. Antes de poder llamar las cosas por el nombre otorgado por la gente.

“Recuerdo que de pequeño a la pelota le llamaba la ‘unda’. Lo tomé de costumbre cuando era niño. Desde que empecé a patear el balón la comencé a llamar la ‘unda’, creo que era porque aún no hablaba”, contó.

La 'unda', compañera inseparable de Juan David.

Corriendo detrás de la ‘unda’, Juan David pasó los días de su infancia en Santo Tomás. Creció conociendo, como todos los del pueblo, la historia inspiradora de un joven coterráneo, Luis Fernando Muriel, quien un día se fue de la población para buscar la esquiva fama y el compromiso de los goles, en las alejadas tierras de Europa. 

Así siguió su vida, hasta que un buen día la familia de don Juan Carlos Vidal y doña Aura Cubides debió empacar maletas con sus hijos, Juan David y su hermana, e irse a vivir a la gran ciudad, a Barranquilla. Encontraron en la ‘Puerta de Oro’ una casa en el mismo sector donde estaban sus familiares y allí les nació un pequeño retoño más.

Allí, al ver la insistencia de Juan David por jugar al fútbol, lo llevaron a una escuela para aventurarse en sus primeras lides en el balompié y en sus primeros torneos. A los 6 años entró a la escuela del Real Colombia, en el 2006. 

“Me inicié en Real Colombia, un club de acá del barrio Simón Bolívar. Allí me formé durante casi tres. Cuando estaba más pequeño, no me veía como un delantero. Siempre fuí espigado, entonces me veía más como defensa, como un central, y me iba muy bien”, reseñó.

Pero fue en la arenosa cancha de Simón Bolívar en que el instinto goleador se levantaría de donde jamás lo había tenido. Pues, recordandolo con calma, jamás desde que había empezado a jugar había marcado un gol.

“En la cancha de Simón Bolívar estábamos jugando una final, Real Colombia contra Unidos Fútbol Club, íbamos 0-0 y faltaban cinco minutos. Entonces, en un tiro de esquina, el técnico dijo que subieran los defensas a cabecear. Yo nunca subía. El otro defensa era más alto que yo. Cobraron el tiro de esquina, yo cabeceo y gol. Todos me abrazaron. Me quedó sonando la idea de que me abrazaran siempre, entonces al partido siguiente ya empecé de delantero y metía goles. Me encantó”.

Y es que los abrazos festivos de sus compañeros, la emoción de la gente que observaba el partido, la adrenalina desbordada, fueron ingredientes adictivos que desde ese momento le alborotaron el instinto de ‘matador’.

“Hasta ese momento no había hecho goles, sentí algo impresionante cuando todos me abrazaron. Desde allí para acá, en todo momento estoy haciendo goles. Se me volvió costumbre”. Había despertado un goleador.

Su fama como delantero creció rápidamente en la barriada, que por entonces ya tenía como gran ejemplo el de un muchacho de La Chinita, un barrio vecino. Teófilo Gutiérrez era visto como el símbolo de que los sueños pueden hacerse realidad.

Al clasificar al mundial, gracias a su gol, a los jugadores de Colombia les dieron una medalla.

Pronto Juan David vería como la vida se encarga de que sea así, si tienes la suficiente disciplina. Ese premio llegó en el 2009, cuando jugaba para divertirse con sus compañeros de colegio.

“El señor Iván Osorio era rector del Colegio Cervantes, yo estudiaba en un colegio muy humilde, del barrio Montes. Nosotros teníamos por costumbre jugar en los recesos. La profesora de educación física conocía al señor Iván y lo invitó a que trajera el equipo del colegio, que eran niños de recursos. En ese tiempo estudiaba el hijo de Giovanni (Hernández) y de varios futbolistas. Ellos llegaron y comenzaron a jugar contra nosotros. Los míos eran todos de calle”, describió.

Sin embargo, el talento no conoce de dinero y estratos. No es algo que Dios reparte pensando en si habrá dinero para comprarse los guayos más finos, o patear el balón de moda. Es algo que se le confiere a los elegidos que tienen el carácter para no dejarse impresionar por las brechas de una sociedad desigual.

“Recuerdo que en 10 minutos íbamos ganando 7-0. Yo había hecho los siete goles. De una el señor Iván me trajo aparte y me contó que tenía una escuela de donde habían salido jugadores como Anthony Tapia y Cristian Mejía. Me pareció interesante, y lo hablé con mi familia y me pasé de escuela”, comentó.

Los resultados se hicieron más que notables. Jugó el torneo de la Liga del Atlántico en el  2009, 2010 y 2011, siendo goleador los tres años. En el 2012 empezó a jugar con la Selección Atlántico y en 2013, 2014 y 2016 quedó goleador del nacional y segundo en el 2015.

Pronto su nombre se hizo conocido para los clubes profesionales. Juan David Vidal Cubides, un delantero de 1,79 centímetros de estatura y 73 kilogramos de peso. Todo un talento llamativo a cualquier elenco profesional.

“Luego de la Selección Atlántico, tenía ofertas de clubes como Millonarios, Nacional. Fuí al Medellín y volví. Pero, quería jugar en Junior. Mi sueño desde niño era vestir la rojiblanca. Me pareció eso, más importante”. Fue por eso que aprovechó que el preparador físico de Atlántico era Alex Acosta, quien le hizo el puente para llegar al equipo de sus amores, tras ser nombrado coordinador de las divisiones menores, en 2013.

A lo largo de los años ha conseguido una amplia colección de trofeos.

En el 2014 estuvo en la Selección Colombia sub-15, gracias a que en las finales del torneo nacional de la Difutbol de ese año marcó 4 goles en 5 partidos. Sin embargo una lesión en la cadera lo alejó del sudamericano de ese año. Pero las revanchas llegan. En este caso, solo un año después.

“Recuerdo que estaba en el colegio, en clase de educación física. Era costumbre para mí llevar el celular, nunca hacía educación física porque los profesores ya sabían que jugaba fútbol y esa materia no la daba. Estaba sentado en las gradas del colegio y el profe me avisa ‘hay un posible llamado tuyo a la Selección’, pero me lo dijo en tono de juego. No creía. En la tarde fui a entrenar y me mostraron la hoja, la traje acá a mi casa y en la hora de la cena se la mostré a mi familia y todos muy felices. Lo malo es que al día siguiente me tocaba viajar, así que no pude disfrutar mucho de la felicidad”.

La preparación estuvo a cargo el entrenador Orlando Restrepo, quien se planteó realizar un proyecto diferente con sus juveniles. Quería infundir un nuevo estilo, más vistoso y moderno en la sangre joven del fútbol colombiano.

“Nosotros tenemos algo muy interesante. El modelo de juego de nosotros, no lo tiene ningún equipo en el mundo. El único que lo tiene es el Barcelona, porque el profesor Orlando Restrepo dedicó toda su vida a estudiar al Barcelona. Entonces era un poco raro, porque estábamos acostumbrados a otras cosas. En los primeros entrenamientos era difícil coger la idea, pero ya luego nos salió todo muy bien”, señaló.

A punto de marcharse a Chile, para encarar el torneo, Juan David quiso hacer un humilde homenaje con su camiseta a una persona que era inmensamente importante para él.

“Yo uso el número ‘19’ en honor a Teófilo Gutiérrez. Lo considero un jugador muy importante, he tenido la oportunidad de jugar con él un par de veces. Hablando con el hermano de él, David, le comenté que iba para el Sudamericano y me dijo que era muy importante que use la ‘19’ porque Teófilo es de acá”, explicó.

Esta fotografía será el recuerdo para siempre de Juan David y sus compañeros de Selección.

Teófilo es uno de los jugadores que más admira Juan David. Pero no es el único que ha tenido de cerca. Al estar en las divisiones menores de Junior, ha podido asistir a varios juegos de la Selección Colombia como recogebolas. Pero por esa misma razón no ha podido compartir con ellos como quiere. 

“Estuve en los partidos contra Perú, Chile, Argentina y Bolivia entonces se tiene una adrenalina interesante. Uno tiene sus restricciones, pero cuando salen del terreno de juego sí he tenido la oportunidad de abrazar a James Rodríguez, Carlos Bacca, a la mayoría de ellos. También a Arturo Vidal, (Edison) Cavani, (Luis) Suárez. La magia se pega”, bromeó. 

Pero hubo una experiencia que lo marcó profundamente en sus emociones, cuando su ídolo Falcao García le tendió la mano y le dio un abrazo.

“El día que abracé a Falcao se me salieron las lágrimas. Si bien siempre lo veía por televisión, nunca había tenido la oportunidad de conocerlo. Fue en el partido contra Perú, yo lo estuve mirando, entregaba el balón y me lo quedaba mirando. Él como que se dio cuenta, y ya cuando salieron del primer tiempo, vino, me abrazó y me dio la mano. Yo con una felicidad extraordinaria. Dicen que en los momentos más importantes no da tiempo de la foto, y no pude”, recordó.

Ya con su número decidido, emprendió con el resto de sus compañeros el viaje hasta las tierras australes. Pero allí nuevamente una dolencia lo dejó por fuera de las primeras acciones.

En su cara en Las Nieves, guarda orgulloso recuerdos del Sudamericano.

“Yo llegó al Sudamericano con una contusión muscular. La verdad traté de recuperarme lo más pronto posible, pero desafortunadamente no pude estar en el primer partido con Ecuador. Con Chile no pude estar, pero contra Bolivia entré e hice lo mío”, destacó.

Colombia tuvo una buena primera ronda, clasificando con comodidad.  Ya en el hexagonal final, las cosas se complicaron, llegando al partido final ante Paraguay con la necesidad de sumar al menos un empate para asegurar su pase al campeonato mundial de la India, a finales de este año.

Tras la primera parte, Colombia había logrado igualar el partido 1-1 ante los guaraníes. El tanto fue convertido por Santiago Barrero, pero el conjunto tricolor no estaba en su mejor tarde, por eso el entrenador Restrepo llegó con órdenes al vestuario.

“Estábamos en el camerino, en la charla del entretiempo, y él (Restrepo) me dice ‘andá a calentar, que te toca hoy’. Y yo me dije, ‘algo hizo Dios’. Me moví enseguida, calenté unos minutos, como nunca. Me moví como dos minutos y el profe me llama a que entrara por Santiago (Barrero)”.

Antes de ingresar al campo, con la misión de abrir la banda derecha y estorbar por ese sector la salida del contrario, un viejo conocido de las Selecciones Atlántico y que estaba en el cuerpo técnico, Alfredo Araújo, le dio las palabras que le dieron la confianza necesaria.

“El ‘profe’ Araújo me dijo que ‘hoy era el día’. Ya cuando me dijo eso, se me prendió la chispa. Luego entré y se dio el gol. Fue una pelota recuperada por (Juan) Peñalosa. Él la tira atrás y el defensa de Paraguay como nunca la dejó corta, el paraguayo siempre la tira larga y pelea arriba, recibí de espaldas, giré y recuerdo que (Juan) Garavito me pasó por la espalda para que se la diera, cuando él pasa el central de ellos se mueve un poquito y vi el palo. Le tiré a pegar al palo y allí donde apunté le dí”, relató.

 

 

Lo siguiente fue como aquel instante tras el gol en la cancha de Simón Bolívar, diez años en el pasado. La gente gritando desde la tribuna, la adrenalina recorriendo cada arteria y vena de su cuerpo y el abrazo de sus compañeros. Pero todo en unas dimensiones que jamás soñó.

“Pienso que este fue más importante, la verdad. Porque si bien con el empate clasificábamos, no nos sentíamos llenos con eso. Queríamos ir por la victoria, somos un grupo muy ganador, con la mentalidad positiva de que siempre se puede. Con el empate no nos sentíamos clasificados, nos sentíamos afuera”, indicó.

Ya en casa, sentado en la terraza de su casa, reflexiona todo lo que está por venir. Meses de dura preparación para tratar de dejar el nombre del país en alto.

“Tenemos seis, cinco meses para prepararnos para eso. Estamos tranquilos confiando en el trabajo de nosotros”, sostuvo.

De otro lado, no quita la mirada de sus metas personales. Es un camino largo para llegar al fútbol profesional, pero es un sitio donde se permanece poco tiempo.

“Mis padres son personas extraordinarias, ellos me enseñaron que el fútbol no duraba toda la vida. Que la carrera del futbolista es corta y luego de eso qué haría. La mayoría de los jugadores quieren ser técnicos, pero ellos me inculcaron seguir estudiando. A mi papá le gusta mucho la contaduría y a mí también y eso fue lo que escogí. Ahora le gente me está diciendo que soy un contador de goles”, cerró con humor.

Por el momento, Juan David se encuentra con la plantilla del Barranquilla F.C. en la segunda división del fútbol profesional. Allí se entrena con el resto de sus compañeros esperando por el debut. Esperando por dar otro abrazo a sus sueños y siempre con una cita pendiente con el gol. 

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